ALLENDE, COAH.- Los Zetas llegaron al norte de Coahuila en 2007, como   avanzada del Cártel del Golfo; establecieron su sede en Piedras Negras y nombraron   jefe de plaza a Lucio Hernández Lechuga, "El Lucky". Como segundo al mando quedó   un capo local que desde tiempo atrás operaba por su cuenta: Mario Alfonso Cuéllar,   conocido como "Poncho". 
 
 Las operaciones de narcotráfico en la zona fueron contadas por sus   propios protagonistas en el juicio que se le siguió en Austin, Texas, a José   Treviño Morales, hermano mayor de Miguel Ángel y Omar Alejandro, y quien lavaba el   dinero de Los Zetas en Estados Unidos. En ese proceso Moreno, Cuéllar y Enrique   Rejón Aguilar -"El Mamito", tercero en el mando de la organización- declararon   como testigos de la fiscalía en abril de 2013. 
 
 "Tras arribar a la región norte de   Coahuila, Los Zetas impusieron el modelo de Alejandro Magno cuando conquistó el   imperio persa", dijo Poncho Cuéllar al jurado. Explicó que, después de someter a   los persas, Alejandro no impuso a sus allegados en el poder, sino que dejó a los   gobernantes locales porque ellos sabían cómo manejar las cosas, tenían los   contactos y conocían muy bien su zona geográfica. Los Zetas hicieron lo mismo:   ordenaron a los capos de la región que trabajaran para ellos; a quienes se   resistieron, los mataron. 
 
  "El Lucky" también impuso un sistema de   "subcontratación". Entregaba droga a los cabecillas distribuidores pero exigía que   respaldaran sus operaciones con inmuebles y negocios. Si fallaban o las   autoridades de Estados Unidos les decomisaban los narcóticos, Los Zetas se   quedaban con sus propiedades.
 
 Con ese mecanismo se construyó un imperio del crimen que pronto   convirtió a Piedras Negras, Coahuila, en la segunda plaza más importante para el   tráfico de drogas, después de Nuevo Laredo, Tamaulipas. 
 
 En noviembre de 2008 Los Zetas   decidieron mandar a Lucio Hernández como nuevo jefe de plaza de Veracruz, donde   fue detenido por la Marina en diciembre de 2011 porque -afirmó "El Mamito" en el   Juicio de Austin- "El Z-40" filtró su ubicación. En su lugar fue nombrado Omar   Alejandro Treviño Morales, "El Z-42". 
 
 INDEPENDENCIA 
 
 En marzo de 2010 Los Zetas se independizaron del Cártel del Golfo y   se inició la narcoguerra. El acoso de éstos y el reforzamiento de la frontera de   Laredo por las autoridades estadunidenses provocaron que aquéllos trasladaran sus   principales operaciones a Piedras Negras. 
 
 A su vez, Héctor Moreno relató que en ese periodo traficaban entre   500 y 800 kilogramos de cocaína al mes. La droga se dividía en pequeños paquetes   que se contrabandeaban por el río Bravo, llegaban a casas de seguridad de Eagle   Pass y se trasladaban por carretera a San Antonio, Austin y Dallas para su   distribución al menudeo. 
 
 Este trasiego le dejaba a Los Zetas alrededor de 16 millones de   dólares mensuales. Las ganancias, entre 4 y 5 millones de dólares, se enviaban a   Nuevo Laredo para los hermanos Treviño. Los dólares se transportaban en los   tanques de gasolina de los autos, envueltos en bolsas de plástico   selladas. 
 
 Por   alguna razón que aún no ha contado, Héctor Moreno y José Vázquez, uno de sus   allegados, comenzaron a filtrarle a agentes del Departamento de Inmigración y   Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) información sobre el tráfico de   narcóticos: mandó mensaje a teléfonos móviles que fueron entregados a la DEA. A su   vez, la agencia estadunidense los hizo llegar a altos funcionarios de la   Procuraduría General de la República (PGR) para que investigara, pero de esa   dependencia pasaron a manos de "El Z-40", con la advertencia de que alguno de sus   hombres lo traicionaba. 
 
 Miguel Ángel Treviño primero consideró que el delator era Poncho   Cuéllar y comenzó a cazarlo; éste huyó a Estados Unidos y fue capturado el 9 de   abril de 2012 en Dallas, Texas. 
 
 Las sospechas de "El Z-40" también se dirigieron hacia Héctor Moreno   y José Luis Garza Gaytán. Y aunque logró confirmar que Moreno era el traidor,   éste, Garza Gaytán y José Vázquez también escaparon a Estados Unidos. Moreno   presuntamente se quedó con las ganancias del último mes y con el libro de   contabilidad. 
 
 LA   MASACRE 
 
 La   venganza de los Treviño comenzó antes de que los presuntos traidores se sintieran   seguros en territorio estadunidense. 
 
 Allende y Nava están en las inmediaciones de la semidesértica   carretera 57, a 40 minutos de la frontera con Estados Unidos. La tarde del 18 de   marzo de 2011 irrumpieron en el primer poblado alrededor de 40 camionetas con   hombres encapuchados y fuertemente armados provenientes de   Tamaulipas. 
 
 Primero cerraron los accesos por carretera y luego entraron a 10   lujosas residencias para llevarse a unas 80 personas, entre ellas mujeres y   niños. 
 
 Los   sicarios fueron a la alcaldía por los registros de catastro de las propiedades a   nombre de Víctor Garza, Estela Villanueva, Sergio Garza, Héctor Moreno, José Luis   Garza y otros. Durante casi un mes levantaron a cualquier persona que llevara   alguno de esos apellidos. Algunas familias lograron cruzar la frontera para   refugiarse en Eagle Pass, Texas. 
 
 Buscaron los 5 millones de dólares en más de 40 residencias y siete   ranchos, algunos de los cuales incendiaron parcialmente o atacaron con armas   largas y explosivos. 
 
 Ya entrado en la revancha, Miguel Ángel Treviño ordenó a sus sicarios   de Tamaulipas que realizaran una "limpia" de su propia organización en Piedras   Negras y en Cinco Manantiales. La brigada de exterminio se llevó a hombres de   Poncho Cuéllar y a decenas de colaboradores de Los Zetas en los municipios de   Zaragoza, Morelos, Guerrero y Villa Unión. 
 
 Efectivos del Ejército llegaron a Allende un mes después de que los   sicarios abandonaron la región de Cinco Manantiales. Ninguna autoridad informó   públicamente de la masacre, que se silenció casi dos años. Únicamente se comentaba   en secreto y existían escasas referencias en redes sociales. El único registro   eran fotos de las residencias destruidas, que aún permanecen así, como un   monumento a la barbarie, y el reportaje Apocalipsis en Coahuila, publicado por   este semanario en diciembre de 2012. 
 
 Un año después de tomar posesión, el gobernador Rubén Moreira ordenó   que se investigara el genocidio: "En mi conciencia no va estar el hecho de que no   haya volteado a ver a quien clamó justicia. Que en la cabeza de otros resuenen los   gritos de esas personas de Allende que seguramente pidieron que alguien les   ayudara y nadie lo hizo. Por eso di instrucciones al procurador de que se abriera   una investigación." 
 
 Se montó así un operativo conjunto con más de 250 policías estatales   y federales, así como militares y marinos, para peinar el norte del estado. Entre   el 26 de enero y el 5 de febrero pasados esos efectivos, equipados con aparatos de   alta tecnología y perros entrenados, buscaron junto con peritos forenses rastros   de los desparecidos. 
 
 Encontraron algunas narcofosas y localizaron los barriles y   contenedores con miembros humanos diluidos. Recolectaron huesos y restos de   decenas de personas que aún son analizados por peritos de la PGR. Además se   recabaron nueve declaraciones y se realizaron 32 entrevistas con exfuncionarios   municipales. Los testimonios recabados por la PGJEC se mantienen ocultos porque   evidencian la complicidad y complacencia con la masacre por parte de altos   funcionarios de la administración de Humberto   Moreira.  | 
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